La actual crisis financiera internacional tiene que observarse desde una apreciación coyuntural, estructural y de largo plazo. El poder económico, la cultura imperante y los medios obstruyen una discusión abierta, así que una de las más oportunas funciones sociales de este momento es difundir lo más posible los debates y las discusiones sobre estos temas, que, como veremos, estarán profundamente enraizados con nuestros destinos personales.
Pareciera que la crisis mundial fuera menos importante que su manifestación local o que resultara exógena a nuestra realidad. La organización económica mundial está en crisis y nos afecta porque no podemos menos que estar dentro del orden mundial. No es sólo una cuestión financiera sino estructural, por su magnitud, la forma que ha adquirido y su repercusión en la producción y los ingresos y si estuviéramos más comprometidos con el sistema financiero internacional no estaríamos mejor sino peor. Y como están en juego los bancos, la capacidad reguladora y la solvencia de los estados nacionales, el empleo y el devenir social, es ante todo un problema político. Está en crisis el sistema mundial capitalista, lo que no significa que va a desaparecer sino que se ha puesto en marcha un proceso de largo alcance (1) que nos obliga a estudiar con cautela el terreno que podríamos transitar en los próximos años.
Muchos analistas suponen que la crisis será superada en poco tiempo y aún hay quienes propugnan salidas que no harían más que profundizarla, lo que revela que la macroeconomía de la ciencia oficial no cuenta con instrumentos idóneos para entender el fenómeno. Tampoco se puede creer que el derrumbe de los mercados será definitivo porque la necesidad de atenuar su costo social y reciclar el sistema provocará una reacción para impedirlo. Para eso hay que ver el sentido en el que se mueven la sociedad y las tendencias internas que recrea el capitalismo.
Para continuar la lectura pinche aquí: Carlos Ábalo
miércoles, 26 de mayo de 2010
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